martes, 27 de abril de 2010

PRENSA. El abandono escolar

El abandono educativo engulle más recursos


Algunos sectores piden que se elimine la repetición de curso

A. MARS - Madrid - 27/04/2010
El abandono educativo temprano afecta a casi un 32% de los jóvenes españoles, el peor país después de Malta y Portugal. La lacra, además de frenar el desarrollo de un capital humano capaz de cambiar el modelo productivo, devora miles de millones de euros públicos cada año

Uno de los barómetros en los que se fijó Europa para valorar el grado de cumplimiento de la Agenda de Lisboa para alcanzar la sociedad del conocimiento es la evolución de la tasa de fracaso escolar en los países. España, que también pugna por transformar su modelo productivo tras años abonada al boom inmobiliario, tiene mala nota. Lejos de reducirlo, ha aumentado el abandono educativo temprano: el porcentaje de población de 18 a 24 años que no ha completado la Educación Secundaria de segunda etapa ni ha seguido ningún tipo de formación en las últimas semanas -éste es el indicador que mide el fracaso escolar- ha crecido del 29,6% al 31,8% entre 1998 y 2008, mientras que en la media de la Europa de los Veintisiete la tasa bajó del 16,6% en 2003 al 14,9% en 2008.
Además de frenar el desarrollo de una población capaz de asumir empleos de alto valor añadido, la lacra engulle miles de millones anuales. ¿Cuántos? La cuestión requeriría por sí sola una larga investigación, advierte Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca, pero, de modo orientativo, echa cuentas: el gasto por alumno suma unos 1.000 euros al año en Secundaria. Sólo el hecho de que más del 40% haya repetido un año a los 15, habiendo 1.800.000 alumnos, ya representaría unos 750 millones de euros, que con los que repiten por segunda vez se acercarían a los 1.000. Si añadimos que en el Bachillerato repite cada año casi un cuarto de los alumnos, otros 150 millones; en la Formación Profesional hay algunos menos alumnos pero también menos promoción. Si miramos su producción futura, el 30% de alumnos que no termina la ESO tiene un 10% menos de probabilidades de ser económicamente activo, un 5% más de probabilidades de estar parado y va a ganar un 15% menos. Sólo esto representa una reducción del producto interior bruto (PIB) superior al 4,5%. "Nuestro fracaso educativo nos cuesta en conjunto el triple que la crisis", concluye Enguita, que reitera que se trata sólo de un "ejercicio mental impreciso", pero da idea de la magnitud del problema.
A la hora de buscar un tratamiento a la lacra, hace falta echar un vistazo al diagnóstico. La prosperidad económica vivida en España en los últimos años, con la creación masiva de puestos de trabajo en el sector del ladrillo, animó a muchos jóvenes a dejar los estudios y esa bonanza económica trajo consigo un repunte del fracaso. La Fundación Primero de Mayo, de CC OO, advierte también de la influencia que ha tenido la incorporación de población extranjera de esas edades, ya que su abandono educativo temprano es mayor: del 53,1% frente al 29% de los españoles en 2000 y del 46,4% frente al 28% en 2009. Esta entidad propone acabar con la "rigidez" del sistema y ofrecer a los estudiantes con problemas alternativas al abandono o "la denostada e ineficaz repetición". A su juicio, si los recursos destinados a los repetidores se empleasen en clases de refuerzo, el sistema ahorraría y los alumnos mejorarían.
Para Enguita, también debería erradicarse. "En términos lógicos es una barbaridad que por no superar una parte menor de los objetivos se haya de repetir el 100%. Es una barbaridad de origen galo que ellos mismos denominan irónicamente el mal francés y que aquí hemos asumido de forma acrítica". Estas ideas no han hecho mella en el Gobierno ni en la oposición. El Ejecutivo mantiene la repetición, pero admite que no debe servir para hacer exactamente lo mismo, es decir, que debe haber refuerzos y recursos específicos para el repetidor.
Juan Antonio Gómez Trinidad, diputado del PP, admite que la repetición es un asunto "opinable", pero defiende una clara diferenciación entre los contenidos que curse el joven que aspire a ir a la Universidad y el que busca una formación general básica, que quizá debería rebajarse: "Todos los jóvenes deben saber expresarse correctamente, ser capaces de recurrir una multa y conocer sus derechos, una serie de destrezas básicas que serán más necesarias que los contenidos que hemos diseñado en el siglo XIX", agrega.

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