domingo, 22 de febrero de 2015

PRENSA CULTURAL. Sobre Balzac: "El deseo insaciable". Guadalupe Nettel

Balzac

   En "El País":

El deseo insaciable

Honoré de Balzac escribía sin detenerse 15 y 18 horas diarias para pagar a sus acreedores



Piel de Zapa es la obra que sella el éxito de Balzac. La novela fue elogiada incluso por Goethe en sus últimos días. En la obra un joven recibe un trozo de piel de zapa que tiene poderes mágicos y que cumple cada uno de sus deseos. Sin embargo, con cada deseo concedido, la piel se encoge y consume parte de la energía vital de su propietario. El éxito literario lleva a Balzac a recibir grandes sumas de dinero en esos años, pero lejos de satisfacerse, sus deseos de riqueza lo empujan, como al protagonista de Las ilusiones perdidas, a aventurarse en pintorescos negocios que lo conducen a la ruina y a amoríos rocambolescos con damas de la nobleza que no cesaron ni cuando por fin pudo añadir la codiciada partícula “de” a su apellido. Para compensar la falta de pompa a la que aspiraba, escribía en las paredes, de las habitaciones desprovistas de muebles, lo que anhelaba tener y que según él compraría cuando por fin se enriqueciera. En un muro tenía escrito con carbón: “Cuadro de Rafael”, en otra “Tapiz de Gobelinos”, en otra “Espejo de Veneciano”, en otra “Biombo de palisandro”. Su ensoñaciones llegaron incluso a los libros que premeditaba escribir pues esa obra admirable por extensa, no le era suficiente. De todos ellos tenía las maquetas, eran libros encuadernados con las páginas en blanco en cuyo lomo y cuya portada aparecía el título de la obra y su nombre en letras doradas.
Obligado a escribir sin detenerse durante 15 y 18 horas diarias para pagar a sus acreedores fue constituyendo, en ese entorno de lujo imaginario, una obra colosal que hoy en día se considera el inicio de la novela moderna, por la forma de retratar a la sociedad pero también porque utiliza la experiencia personal para otorgar credibilidad a sus personajes. Así, tanto en La comedia humana como en Las ilusiones perdidas —en las que retrata con un realismo admirable los excesos burgueses de su época, el arribismo y la constante inconformidad de quienes aspiran al ascenso social—, encontramos a este hombre bulímico e insaciable que él mismo era. No en vano escribió Jules Renard en su diario el 3 de octubre de 1895: “Balzac es auténtico al por mayor, al detalle no lo es”.

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