jueves, 26 de noviembre de 2015

LITERATURA. "Cómo escribir 'Crimen y castigo' en cinco pasos"

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Cómo escribir «Crimen y castigo» en cinco pasos

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Fiódor Dostoievski. Foto: Gallimard (DP)
Fiódor Dostoievski. Foto: Gallimard (DP)
Todos hemos querido ser Dostoievski alguna vez. Sí, ya sé que la Rusia de los zares es un sitio muy chungo, repleto de gobernantes autárquicos y vodka de garrafón. Pero ¿quién no ha deseado desde el sofá de su casa, con una cerveza en la mano y el mando de la televisión en la otra, verse ahí, rodeado de tipos potencialmente revolucionarios, explorando los recovecos más oscuros de la mente humana? ¿Quién no ha querido vivir en un suburbio del San Petersburgo del siglo XIX, rodeado de ratas, para poder decir que conoció el germen bolchevique de Petrogrado en primera persona?
Todos hemos querido ser Dostoievski alguna vez. Y, sobre todo, hemos querido serlo para poder sentir aquello que sintió Fiódor, fuese lo que fuese, al escribir Crimen y castigo. Porque tan magna obra no se redacta al estiloFaulkner, desnudo frente a una Hispano Olivetti con un cohiba entre los labios. No. Para llegar a la sordidez humana como llegó Dostoievski hace falta más. No basta con esa barba hipster que ahora le copiáis. No bastan las partidas de póker con los colegas. Hay que dar un paso más.
Para ello vamos a exponer en este artículo los pasos que ha de seguir el lector para convertirse en un novelista ruso capaz de idear esta obra de arte. Para aquellos que no lo hayan leído, procuraremos no spoilear demasiado, a pesar de que la propia obra lleva el spoiler en el título. Por ir avisando, diremos que hay un tío que se limpia a sus víctimas con un hacha. También diremos que el nombre del asesino se conoce en el momento mismo del asesinato, poco después del comienzo de la obra y sin suspense al respecto, pero que incluso así mantiene la tensión psicológica hasta el final. Dicho esto, es hora de comenzar a trabajar.
Ponte del lado de los asesinos de tu padre
Para escribir Crimen y castigo, esta condición es indispensable. Dostoievski cumplió la orden al pie de la letra. Su padre fue un hombre déspota y agresivo, amargado, entre otras cosas, por la muerte de su mujer por tuberculosis. Bebía como un cosaco (perdonen el juego de palabras) e incluso atizaba a sus hijos casi a diario. No obstante, les había proporcionado una educación exquisita, en escuelas de prestigio y con acceso a lecturas como CervantesShakespeare o Dickens. De familia noble, el padre también intentó traspasarles su fuerte creencia religiosa, algo que calaría posteriormente en Fiódor. Pero la brutalidad con la que actuaba afectaba especialmente a sus mujiks, humildes trabajadores del campo a los que Mijhail Dostoievski explotaba sin piedad. Por este motivo, en 1839 torturaron y asesinaron a su jefe.
Dostoievski se alegró al enterarse de lo sucedido, celebrando la victoria interiormente y desarrollando un gusto por el socialismo y la clase obrera que más tarde le traería problemas. Por si fuera poco, años después sintió que la culpabilidad de este asesinato recaía sobre él y se deprimió por el recuerdo de aquella pérdida paternal plagada de alegría. Es en esta época, además, cuando se producen sus primeros ataques epilépticos. El sentimiento de culpa no se marcharía hasta escribir Los hermanos Karamazov, una obra que, conociendo ya este primer apartado, se podrá descifrar mejor.
Sálvate de un fusilamiento cuando ya estás contra la pared 
De nuevo, otra condición sin la cual nos resultará imposible redactar una obra como la que aquí nos ocupa. Como ya se ha dicho, Dostoievski fue desarrollando una conciencia de clase y un cariño por el socialismo que, en la Rusia imperial, eran inviables. Por eso, cuando ya se había convertido en un habitual de las tertulias en las que el socialismo utópico brillaba por su presencia, fue detenido junto a varios de los integrantes de dichas tertulias. Eran tiempos recios. Varias revoluciones habían aflorado en Europa y el zar no podía permitir que la historia se le fuera de las manos.
Después de ocho meses encerrado, Dostoievski fue condenado a muerte junto a sus compañeros. De esta manera, una mañana cualquiera fueron conducidos al paredón, sentenciados y colocados en su correspondiente fila. Sin embargo, cuando los soldados ya habían encañonado a los reos, un mensajero detuvo la ejecución. El tipo leyó en alto la misiva: «El zar conmuta la pena de muerte por cuatro años de trabajos forzados».
Sobrevive a cuatro años de trabajos forzados en Siberia 
En este punto, todavía eres un escritorzuelo de tres al cuarto. De hecho, Dostoievski, que ya había publicado algunos textos con cierto éxito, es en este tercer paso cuando realmente se encuentra consigo mismo y se convierte en el escritor que más tarde fue. Para empezar, su pasión por la lectura se ve reducida a la revisión constante de su obra preferida: la Biblia. Esto desarrolla en él una fuerte creencia religiosa, alimentada por el recuerdo de su padre y aderezada con el episodio del fusilamiento (qué no rezaría el bueno de Fiódor la mañana del fusilamiento).
Las condiciones del presidio, además, no eran las más adecuadas para un tipo como él, enfermo y acosado por la epilepsia. Del sufrimiento constante y de su amor por la Biblia desarrolla una pasión por Cristo que se vería reflejada en todas y cada una de sus obras. Sus personajes son personajes atormentados, sufridores. Pero, a la vez, luchadores que no cejan en su empeño de buscar el bien, por mucho que se hayan equivocado en el pasado. ¿Y de dónde podía sacar Dostoievski el ejemplo del mal que busca la redención? Solo habría que echar un vistazo a los barracones siberianos en los que había sido encerrado. Aquello estaba plagado de delincuentes, ladrones, asesinos. Fiódor empatizó con ellos. Los exploró y los comprendió. Es el comienzo de su verdadera literatura.
Abandona a tu pareja para ponerle los cuernos de viaje por Europa
Si has llegado hasta aquí, enhorabuena, tienes pinta de poder ser alguien en el mundo de la novela. Esto le pasó a Dostoievski. Al salir de Siberia, fue obligado a seguir cumpliendo condena enrolado en el ejército ruso. Es en esta época cuando conoce a su mujer, María Dimítrievna, con la que no tuvo una relación, por decirlo así, demasiado estable. Incluso el día de la boda tuvieron que suspender la ceremonia unos minutos, pues Fiódor había sufrido un ataque epiléptico repentino y se había desplomado en pleno altar. Ya de vuelta a San Petersburgo y dado su escaso poder adquisitivo, decidió largarse de viaje por Europa para explotar otra de sus pasiones: el juego. Hay que dejar claro que no se puede ser un santo para escribir Crimen y castigo. Dostoievski dejaba en Rusia una mujer muy enferma (sufría tuberculosis) postrada en una cama y sin nadie que esperara a los pies de la misma.
Durante este viaje se despendola. Cierra los casinos de media Europa y conoce a una mujer de la que se enamorará pasionalmente llamada Paulina Suslova. Entre el dinero que había tomado prestado en Rusia y las pingües ganancias que se había proporcionado gracias al juego, los dos enamorados abusaron de su atracción erótica. Pero el dinero no cae de los árboles, así que Dostoievski se vio obligado a recurrir a su medio de supervivencia favorito. Con Paulina esperando en París, durante meses intentó rentabilizar su depósito sin suerte hasta que liquidó todo su patrimonio. Hay que decir que Fiódor creía poseer dotes adivinatorias, estaba seguro de poder intuir dónde caería la bola. Aunque, a juzgar por los resultados, no parece que su creencia estuviera fundada sobre una sólida base. Al volver a París, por supuesto, Paulina se había largado con el primero que había pasado, un médico bastante bohemio. Como curiosidad, déjame apuntar la nacionalidad del matasanos: no podía ser otra que la española.
Cuando mueran tu hermano y tu mujer, hazte cargo de sus deudas sin devolver un rublo 
Perfecto. Ya eres un escritor que pasará a la historia. Pero si quieres dar el último paso y publicar tu obra magna, necesitas cumplir con este requisito. Dostoievski también redondeó el proceso, y lo hizo al volver a San Petersburgo. Allí vio morir finalmente a su mujer, después de una penosa enfermedad, y también a su hermano. El papel de este es indispensable en la vida de Fiódor. Se habían retroalimentado culturalmente, habían publicado muchos textos juntos e incluso habían fundado revistas juntos. Dostoievski lo quería tanto que al morir asumió todas sus deudas (que no eran pocas) y decidió que se haría cargo de su familia, que quedaba desvalida sin la figura del padre.
Las malas lenguas dicen que Fiódor no devolvió ni un solo rublo de los que debía su hermano, aunque estas deudas lo perseguirían de por vida. Las revistas que fundó también quebraron sin que pudiera ser capaz de reflotarlas. Para colmo, los ataques epilépticos se habían multiplicado. Solo y agobiado, decidió volver a coger la carretera para adentrarse de nuevo en el Viejo Continente. Allí se reencontró con Paulina, que había sido abandonada, como no podía ser de otra forma, por el doctor español. Pero ni despechada quiso retomar su relación con Dostoievski, así que este decidió volver a Rusia y sostener por fin la pluma con la que habría de escribir Crimen y castigo. Por el camino, se volvió a fundir lo poco que tenía en cualquier casino.
Si has llegado al final del camino, mereces toda clase de alabanzas. Eres un novelista de talla mundial y has escrito uno de los mejores libros de la literatura universal. No obstante, tienes cuarenta y cinco tacos y bastante vida por delante. De acuerdo, estás destrozado, eres un ludópata y un enfermo, pero todavía podrás cumplir otras tantas calamidades hasta escribir Los hermanos Karamazov. Si no has conseguido llegar, no te preocupes. Recoge tu cerveza y tu mando a distancia. Olvida tus sueños imperiales y deja que la gloria, con un poco de suerte, la sufran otros.
Raskolnikov y Marmeladov, de Crimen y castigo. Ilustración: Mijaíl Petrovich Klodt (DP)
Raskolnikov y Marmeladov, de Crimen y castigo. Ilustración: Mijaíl Petrovich Klodt (DP)

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