viernes, 11 de diciembre de 2015

"El periodismo como literatura"

   En "El País":
LIBROS / REPORTAJE

El periodismo como literatura

El Nobel a Svetlana Alexiévich consagra la crónica. Banville, Guerriero, Caparrós y otros autores reflexionan sobre ello


"Por sus escritos polifónicos, que son un monumento al sufrimiento y al coraje de nuestro tiempo…”.
Sesenta y seis segundos. Ese fue el tiempo que una eterna discusión necesitó para hacerse global y reavivar el debate sobre si el periodismo es o no literatura. Era la una de la tarde en punto, del jueves 8 de octubre de 2015, cuando en esos segundos se anunció que la periodista bielorrusa, en lengua rusa, Svetlana Alexiévich ganaba el Premio Nobel de Literatura. Con ella, la Academia sueca acogía un nuevo género de escritura y ampliaba el territorio de lo literario.
En el segundo 67 terminó la tregua…
“La Academia convalida el lugar que una cierta escritura periodística ha ido ocupando en el campo literario, y así abre o amplía la lista de los géneros que caben hoy en la definición de la literatura”, afirma Gustavo Guerrero, escritor y consejero literario para la lengua española de una de las editoriales míticas por su calidad literaria, Gallimard: “Pero no es cualquier tipo de periodismo, sino una forma y una práctica muy específica, y cuya peculiaridad acaso nos esté diciendo algo más sobre esta (re)definición de la literatura. Creo que el periodismo entra hoy en el campo de la literatura y lo ensancha”.


Truman Capote.
“El problema es la definición misma de la literatura. Parece evidente pero no lo es. Ni históricamente, ya que la noción moderna de literatura supone la originalidad de la obra y la propiedad literaria no existía antes del siglo XVIII. Ni hoy en día”, explica Roger Chartier, escritor, historiador de literatura y profesor de la Escuela de Francia: “¿Debe definirse el texto literario a partir de su carácter de ficción? ¿Debe pensarse la literatura a partir de una cierta calidad estilística? ¿Debemos definir la literatura a partir de una comprensión densa, compleja, aguda del mundo, de la sociedad, de los seres humanos?”.
“Depende de lo que llamemos periodismo”, aclara Alberto Manguel, autor del clásico Una historia de la lectura: “Si periodismo es, según lo define el Diccionario de la Real Academia Española, ‘captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades’, entonces las obras de Zola o de Larra son periodismo, y Heródoto fue uno de los primeros practicantes. Toda palabra pertenece a una jerarquía convencional, y escribir periodismo tiene menos prestigio que escribir una obra histórica o literaria. Quizás las obras periodísticas a las que adjudicamos otros méritos que los meramente informativos merezcan otras etiquetas. ¿Qué calificativo logran entonces los escritos de Tomás Eloy Martínez, de Ryszard Kapuscinski, de Svetlana Alexiévich? Albert Camus, cuando trabajaba para el Diario del Frente Popular en Argelia y tenía que llenar el casillero ‘Profesión’ en los formularios oficiales, no ponía sino ‘homme de lettres”.
“Como Samuel Johnson y William Haz­litt, cuyo periodismo es sin duda literatura. Escribían con un ojo en la posteridad, pretendían que su trabajo fuera leído de manera intemporal”, argumenta John Banville, que antes de ser el exquisito escritor de hoy (un diciembre tendrá que ir a Estocolmo), fue periodista en The Irish Times y aún colabora en medios: “Pero la mayor parte del periodismo es sólo eso: escritura diaria. Aunque, en nuestro tiempo, el trabajo periodístico de Christopher Hitchens y Martin Amis es excelente, además de otros grandes autores”.


Oriana Fallaci.
“La base de la literatura es que no está fundamentada en hechos reales, permite a la imaginación crear un mundo en sí mismo. Un informe periodístico de la guerra de Troya, por ejemplo, no podría dar una hermosa descripción del armamento de Aquiles”, sentencia Donna Leon. “El periodismo debe ser razonablemente objetivo y preciso con la realidad; la literatura, no”.
“Son cosas distintas”, admite Javier Cercas, que ha escrito novelas a partir de hechos reales: “Pero determinados géneros periodísticos, la crónica o la columna de opinión, son o pueden ser una forma de literatura; una noticia, no. Esta sólo puede operar con las verdades claras, nítidas, unívocas y factuales del periodismo. Esto no significa que una noticia no pueda estar mucho mejor escrita que una crónica o una novela o un poema. Identificar literatura con ficción me parece un error”.
“El periodismo es un género literario”, aseguró hace 19 años Gabriel García Márquez. A partir de ahí desplegó sus argumentos en más de 2.000 palabras bajo el título El mejor oficio del mundo. Cinco años después, en 2001, el argentino Tomás Eloy Martínez, en palabras recuperadas por la periodista y escritora Leila Guerriero, escribió: “Un periodista no es un novelista, aunque debería tener el mismo talento y la misma gracia para contar que los novelistas mejores. Un buen artículo no siempre es una rama de la literatura, aunque debería tener la misma intensidad de lenguaje y la misma capacidad de seducción de los grandes textos literarios”.
“De hecho, siempre es literatura: a veces mala, a veces buenísima. A sangre fría, de Truman Capote, es un reportaje y es alta escritura; y nuestro autor romántico más importante fue un periodista, Larra”, recuerda Rosa Montero. “Como género, tiene sus reglas, y es distinto de la ficción. En periodismo la claridad es un valor; en novela lo es la ambigüedad. En periodismo hablas de los árboles; en novela, del bosque; en el primero cuentas lo que sabes; en ficción, lo que no sabes que sabes”.
“La literatura puede tomar a veces la forma de texto periodístico”,atestigua Martín Caparrós, que acaba de publicar Lacrónica (Círculo de Tiza), “está claro que la conferencia del ministro no tiene nada que ver con la literatura —pero tampoco, si acaso, tiene que ver con ella una novela sadomaso soft o el poema escondido de una canción de Bisbal—. Pero hay formas periodísticas que sí: que intentan formas mejores de contar el mundo. Las llamamos crónica o periodismo narrativo o columna de autor o gran reportaje”.


Ryszard Kapuscinsky.
“Es el arte de entender, resumir, analizar y plasmar al público lo que es noticia en este mundo”, describe Jon Lee Anderson, que ha publicado Crónica de un país que ya no existe. Libia, de Gadafi al colapso (Sexto Piso): “Hay periodismo de toda índole, desde el más transitorio —meros sumarios de lo acontecido— hasta el más profundo, analítico o narrativo, con ambiciones que van más allá, que tiene la pretensión no solamente de impartir la noticia, sino de llevarnos al lugar de los hechos, de conocer las personas en cuestión, incluso de hacernos vivir sus realidades. Algo de este último periodismo llega, a veces, a ser literatura también”.
“Hay diversos nombres para mencionar un texto que implica una gran cantidad de reporteo, una mirada poderosa y una utilización muy sofisticada del lenguaje, es un género literario: un género literario de no ficción”, según Leila Guerriero. “Es importante hacer la diferencia puesto que, cuando se dice ‘literatura’, muchos piensan inmediatamente en ficción, y el periodismo es un género literario que trabaja sólo con materia prima obtenida de la realidad”.
“Hay que saber dar continuidad narrativa a una información, a un reportaje, a una entrevista”, sostiene el escritor y crítico José-Carlos Mainer. “No se trata sólo del registro de la noticia, de una sucesión de datos y declaraciones puestas párrafo tras párrafo, sino que debe haber una estructura, una intención, un comienzo y un final con un buen manejo del lenguaje”.
“Son textos que aspiran a una perdurabilidad”, señala Jaime Abello Banfi, director de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. “Lo fundamental es el respeto al lector. El pacto de lectura de transparencia ética, de hechos verídicos y contrastables. El periodista no inventa nada. La cuestión es el margen de invención que se puede permitir para contar mejor la historia”.
“Cuando Heinrich Schliemann empezó a excavar en 1870 las ruinas de Troya, confirmó que la primera obra literaria de la historia, Ilíada, era una crónica periodística”, expone Miguel Aguilar, editor de Debate, uno de los sellos que apuestan por el periodismo en sus diferentes géneros, y que edita dos de los libros de la Nobel: “Como explicó hace muchos años Juan José Millás, en una magistral columna sobre la tragedia del Kursk, la literatura sirve para contarlo. Pensar que porque haya ocurrido la narración vale menos es propio de gente con muy poca imaginación”.


Susan Sontag.
“El testimonio del testigo directo en los hechos históricos responde a los valores del momento”, cuenta Borja de Riquer, que con su padre, Martí de Riquer, compiló en Reportajes de la Historia (Acantilado) 150 relatos de 26 siglos en los que buscaron “al periodista de cada momento que explicara los hechos en su salsa, cuyos textos han narrado nuestra historia”.
“Literatura es escritura, periodismo es escritura”, cree Elena Poniatowska, y da la vuelta al debate: “Proust hizo el periodismo de su alma, periodismo de sí mismo, Kafka el de su persecución. Carlos Fuentes decía que Bernal Díaz del Castillo es el primer gran novelista con Historia verdadera de la conquista de Nueva España, y en realidad fue un extraordinario cronista”.
“El Nobel debe ampliarse a géneros distintos a la ficción, la dramaturgia o la poesía. Debe sin duda incluir el ensayo. Unamuno, Alfonso Reyes y Ortega y Gasset lo hubiesen merecido. ¿Y no era Borges un supremo ensayista? También el género autobiográfico: como ocurrió en un solo caso, el de Churchill”, pide Enrique Krauze, escritor y director de la revista mexicana Letras Libres. “Esa sola ampliación del espectro incluiría a muchos escritores contemporáneos. Por esa razón celebro el premio a Alexiévich, aunque creo que el periodismo de gran altura tiene su propia creatividad y que esta no es, en estricto sentido, literaria”.
“Yo escribo, reúno las briznas, las migas de la historia del socialismo ‘doméstico’, del socialismo ‘interior’…”, desvela Svetlana Alexiévich, como hija de la tradición rusa intrigada por el alma de las personas, en su último libro, El fin de ‘homus sovieticus’ (Acantilado). “Estudio el modo en que consiguió habitar en el espíritu de la gente. Siempre me ha atraído ese espacio minúsculo, el espacio que ocupa un solo ser humano, uno solo… Porque, en verdad, es ahí donde ocurre todo”.

No hay comentarios: