miércoles, 6 de enero de 2016

EDUCACIÓN. Entrevista a José Antonio Marina

   En "revistamercurio" (enero, 2016):


José Antonio Marina:“No estamos en la era del conocimiento, sino en la era del aprendizaje”

ENTREVISTA DE TOMÁS VAL  |  MERCURIO 177 · TEMAS - ENERO 2016

José Antonio Marina. © Ricardo Martín
José Antonio Marina. © RICARDO MARTÍN
José Antonio Marina es el gran investigador español de la inteligencia, esa facultad humana cuyo propósito es la felicidad y la dignidad. El recurso que utiliza la inteligencia es el aprendizaje y para lograrlo plenamente, José Antonio Marina propone en Despertad al diplodocus, su último libro, publicado por Ariel, una especie de conspiración educativa que implique a toda la sociedad; una hoja de ruta que, en solo cinco años, nos dotaría de una educación de alta calidad, muy alejada de la realidad actual. Si Despertad al diplodocus es un llamamiento a la sociedad, su Libro blanco sobre la profesión docente,encargado por el Ministerio de Educación, es una propuesta para el debate. Y, a juzgar por la polémica que ha suscitado en la profesión docente, ese debate promete ser apasionante.
Despertad al diplodocus ha provocado un gran alboroto mediático.
El momento está maduro para tratar temas educativos, tal vez por la crisis, que ha hecho que todo el mundo se haya vuelto hacia la educación y vea que es la solución a muchos de nuestros problemas—El momento está maduro para tratar temas educativos, tal vez por la crisis, que ha hecho que todo el mundo se haya vuelto hacia la educación y vea que es la solución a muchos de nuestros problemas. La educación siempre ha ido acompañada de un discurso de la impotencia y he pretendido con este libro liberarnos de esa tentación tan española de convertir en crónicos todos los problemas. Tiene solución en mucho menos tiempo de lo que pensábamos, se puede conseguir una educación de alto rendimiento en cinco años y con el mismo presupuesto que teníamos antes de la crisis.
—La polémica está muy impregnada de ideología. Nos resulta difícil debatir de educación solo con criterios técnicos.
—La educación está ideologizada en España desde el siglo XIX. Política, económica o religiosamente. Y la ideología es a la educación lo que la mixomatosis al conejo. De lo que tenemos que hablar es de cómo hacemos un cambio educativo. Gestionar el cambio es complicado y no podemos esperar a que vengan otras generaciones que lo hagan. Tienen que hacerlo quienes están ya en la escuela y cualquier cambio genera unos mecanismos de autodefensa fortísimos.
—¿Son los profesores y sindicatos quienes más resistencia oponen a ese cambio?
—Una parte de los profesores. Los sindicatos no están teniendo una postura muy sensata en este asunto. La función de un sindicato no es mejorar la educación, sino mejorar las condiciones laborales de sus afiliados. Me gustaría contar con todos los agentes sociales, porque de lo que se trata es de lograr una movilización cuanto más grande, mejor. En España no tenemos asociaciones profesionales fuertes en el campo de la docencia, como ocurre en los países anglosajones. Son ellos los que dirigen los temas de contenidos, la mejora de la profesión, las escuelas, los currículos…
—Asegura que se puede lograr en cinco años, el tiempo necesario para que de la universidad salga una nueva hornada de licenciados. Parece que el principal objetivo es formar adecuadamente a los profesores.
Nunca, nadie, se ha tomado en serio la formación de los educadores. Así no puede funcionar un sistema. Hay que estudiar muy bien la selección de los docentes, su formación inicial y su formación permanente. Y la constante evaluación—En España hay buenos profesores, pero todos son autodidactas. Nunca, nadie, se ha tomado en serio la formación de los educadores. Así no puede funcionar un sistema. Hay que estudiar muy bien la selección de los docentes, su formación inicial y su formación permanente. Y la constante evaluación. Ha escandalizado mi propuesta, absolutamente evidente, de que hay que evaluar al docente para ver si lo está haciendo bien o mal. No confundir evaluación con sentencia penal. La evaluación es un proceso imprescindible para saber si lo hacemos bien o mal.
—¿Y cómo evaluamos la educación? Manejamos una materia muy delicada en la que influyen multitud de factores y también muy diferentes posibilidades de valoración.
—Yo no me estoy inventando nada. El sistema educativo español no se da cuenta de lo que se hace a nuestro alrededor, en otros países. La OCDE está diciendo que la evaluación es el problema central en este momento y que tenemos que evaluar a los alumnos, a los docentes, a los centros, a todo el sistema educativo. Y en cada uno de los niveles tenemos que aplicar métodos transparentes, imparciales y objetivos de evaluación.
—Muchos dicen que en aquellos institutos situados en lugares pobres o conflictivos es casi imposible lograr altos objetivos educativos.
—Un buen sistema consigue el éxito educativo de todo el mundo. Una buena escuela compensa las dificultades de origen que tienen los alumnos. Es el gran factor compensatorio. Y al evaluar la educación, hay que premiar el que lo hagan bien en un centro conflictivo, para intentar que los mejores profesores vayan a esos colegios. A los centros más complicados van los recién llegados y así es muy difícil que los mejoren.
—Me recuerda a la Institución Libre de Enseñanza y su deseo de que el mejor maestro llegara al pueblo más perdido.
Cuando en España se empezó a valorar la educación fue con la República, un movimiento que despertó entusiasmo en muchos intelectuales como Ortega y del que deberíamos aprender. Esa ambición educativa se ha perdido—Cuando en España se empezó a valorar la educación fue con la República, un movimiento que despertó entusiasmo en muchos intelectuales como Ortega y del que deberíamos aprender. Esa ambición educativa se ha perdido.
—Hubo un momento en que la educación dejó de ser vocacional y se convirtió en una profesión refugio.
—Hablamos de un sistema educativo que contaba con 700.000 profesores y había una gran oferta de empleo. Hemos tenido siempre un mercado laboral muy precario y mucha gente acudió a esa oferta sin ningún tipo de formación. Hay países, como Finlandia, con unos criterios de selección previos muy altos. Pretenden que solo aquellos que estén en el tercio alto de mejores expedientes se dediquen a la educación. Y además, por medio de entrevistas personales, demuestren que tienen vocación y capacidad de comunicación, que son capaces de enseñar. En algún momento tendremos que hacer esa selección. Tener la carrera no capacita para enseñar. Una de las cosas que propongo es que la capacitación para la docencia se haga a través de un curso parecido al MIR de los médicos, que sea práctico, pagado, al que solo lleguen quienes hayan pasado una fuerte selección. Todos los docentes tendrán que pasarlo. Y es que aquí tenemos una estructura un poco peculiar, un 25% de los docentes no son funcionarios. Pertenecen a la enseñanza concertada y, puesto que los está pagando el Estado, tenemos que asegurarnos de su valía. La docencia está regulada por el Estado y ha de ser él quien fije los requisitos.
—¿Qué contempla para la enseñanza concertada su Libro blanco?
—Que la Ley de Conciertos Educativos se cumpla escrupulosamente, cosa que no se hace. La ley dice que los centros concertados no pueden introducir ninguna selección, en absoluto, de los alumnos y que no pueden cobrar nada por la educación.
—Ordenanzas legales que no se cumplen.
—¿Y por qué ningún gobierno ha hecho que se cumpla esa ley? Porque los gobiernos tienen un sentimiento de culpabilidad, ya que la enseñanza pública les sale casi un 40% más cara que la concertada. Por eso permite que los colegios busquen financiación adicional a través de extraescolares, del comedor… En teoría, un niño no tiene por qué ir a extraescolares o al comedor, pero ya se produce una especie de selección. Lo que hay que hacer es exigir escrupulosamente lo mismo y veríamos qué funciona mejor, si el sistema funcionarial o un sistema más libre. Pero tiene que ser en igualdad de condiciones.
—¿Qué dice ese Libro blanco sobre la religión en las escuelas?
—No se ocupa de los contenidos. Me gusta el modelo inglés, un modelo laico, en donde no hay religión confesional. En la escuela hay que transmitir lo universal. Las confesiones pueden estar en la escuela, pero no dentro de los currículos oficiales.
—En Despertad al diplodocus repite la idea de que las sociedades son más ricas cuanto mayor es su conocimiento. Y, al mismo tiempo, el ministro de Educación opina que tenemos demasiados universitarios.
—Esa es otra cuestión. Este libro busca dejar claro que ya no estamos en la era del conocimiento o de la innovación, sino en la era del aprendizaje. Es de sentido común: para saber y para innovar, primero tengo que aprender. Y tengo que aprender a lo largo de toda la vida porque aprender es el recurso que tiene la inteligencia para amoldarse al entorno y progresar dentro de él. Cuando los entornos eran muy estables, como ha sucedido a lo largo de casi toda la Historia, con un periodo de formación corto era suficiente. Pero el mundo ha cambiado rápidamente y va a hacerlo aún más rápido, por lo que tenemos que disponer de las estructuras necesarias para aprender y no quedarnos fuera. Resulta muy curioso que gente como Steve Jobs, Bill Gates, Pennac… hayan sido fracasos escolares. Son gente que entró y salió del sistema universitario porque no le interesaba estar allí una carrera entera. Una especie de estudio a la carta, algo que ahora se empieza a popularizar. La gente va a empezar a hacerse su currículo particular, con asignaturas de aquí y de allá. Yo me reúno mucho con directores de Recursos Humanos y cada vez dan menos importancia a las titulaciones.
—¿Tenemos exceso de universitarios?
—En España hay un porcentaje muy grande de personas que no ha seguido sus estudios después de la enseñanza obligatoria. Y además en otros países de Europa los cursos de posgrado no se hacen todos en la universidad, sino también en la formación profesional de grado superior. Un recorrido bastante frecuente es terminar el bachillerato, hacer formación profesional y luego ir o no a la universidad, dependiendo de los intereses, porque la formación profesional está más sintonizada con el mundo laboral.
—Pero no hay hijos de ministros ni de directores generales que estudien formación profesional.
—No. Y con razón, porque en España está absolutamente desprestigiada. Hay que prestigiar esos estudios porque España sigue siendo una sociedad ferozmente clasista y el único modo de ascenso social es un título universitario. El sociólogo Víctor Pérez Díaz hizo un estudio muy curioso. En España tenemos grandes científicos y, a la vez, un número bajísimo de patentes. Hacemos buena ciencia que no tiene enlace con la industria ni con la técnica. Víctor Pérez comprobó que, en la OCDE, el número de patentes no se correlaciona con el número de doctores, sino con el número de estudiantes de formación profesional superior.
Despertad al diplodocus acusa a la escuela española de estar muy encerrada en sí misma, de no salir de los muros que la rodean.
—La escuela tiene que hacer dos cosas: salir fuera para explicar lo que hace, para enterarse de lo que hay, y coger a la gente de fuera y meterla en la escuela. Hay que lograr una mayor permeabilidad con la sociedad. Una de las cosas que odian los profesores españoles es que alguien entre en su clase, que un profesor visite otra clase para ver cómo se trabaja. Eso es muy normal en otros sitios, pero aquí hay una especie de pudor, de miedo…
—Usted repite que “para educar a un niño hace falta toda la tribu”. ¿Está esta tribu nuestra preparada o en su mejor momento para educar?
—Las cosas de la educación necesitan mucha paciencia y hay que ir convenciendo, integrando, sumando… Ahora sucede una cosa curiosa. Los padres suelen ponerse de parte de los niños y en contra de los profesores. Eso no es de sentido común y sucede porque los padres son conscientes de que tienen gran influencia en la educación de sus hijos. Cuando un profesor llama la atención a su hijo, el padre siente que se la está llamando a él y se rebela. Si actuamos todos juntos, aumenta la probabilidad de que el niño mejore. Hay que trabajar juntos y es la escuela la que tiene que tomar la iniciativa para lograr esa sociedad del aprendizaje. En algunas empresas se está implantando un puesto, dependiente del consejero delegado, que se llama director general de aprendizaje. Se considera que el aprendizaje es vital, el mayor activo de la empresa. Desgraciadamente, muchas empresas son más conscientes de la importancia del aprendizaje que el sistema educativo. La escuela reflexiona menos sobre sí misma que la empresa. Al fin y al cabo, parece pensar, es inmortal, durará siempre haga lo que haga. Hay escuelas muy estúpidas, universidades estúpidas, facultades estúpidas y hay que convertirlas en organizaciones que aprendan.
—El objetivo final de la educación es la felicidad, pero nuestros niños no son muy felices en las escuelas o institutos.
—No. Tenemos un tipo de escuela no amistosa. Pero eso se puede resolver fácilmente. Richard Gerver, el educador inglés, lo primero que dijo a sus profesores que había que hacer para mejorar el centro era conseguir que los niños fueran contentos a la escuela.
—¿Qué le hace pensar que su Libro blanco será aceptado, valorado y puesto en práctica por los políticos? ¿Peca de ingenuidad?
—Con muchos tanteos, la humanidad ha ido avanzando. La altura ética de este momento es mucho mayor que en el pasado. Se mejora a base de tenacidad, de alguna gente que se ha empeñado, de pequeños progresos que se van implantando, de pequeñas aportaciones. Lo del vuelo de la mariposa… Max Aub dejó escrito su epitafio: Hice lo que pude. Por eso hago el Libro blanco, por hacer lo que pueda. Y bueno, de momento se está hablando mucho de educación y a lo mejor se logra algo.

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